Doce campanadas. Y tras cada campanada, la tristeza se clavaba más en mi corazón. Y tras cada campanada, una lagrima brotaba de mi alma, arrastrando la ceniza de lo que una vez fue una llama.
Tras las doce campanadas, ya no quedo nada.
Tras las doce campanadas, ya no quedo nada.
Tras las doce campanadas sigue inmutable el sonido del tic-tac.
ResponderEliminarLa vida continúa.
Claro. Continúa hasta que se acaba. Nada es eterno, nada permanece.
ResponderEliminar