miércoles, marzo 13, 2013

Lirios marchitos

Huele a tierra mojada y a lirios marchitos: el aroma de la tumba. Cierro los ojos y aun así percibo la presencia de los cipreses, vigilantes, atentos: los abro y la extensión salpicada de lápidas grises surge de nuevo.
Un par de pequeños mausoleos: piedra blanca y gris. El vacío, ¿dentro? ¿O tal vez la plenitud del viaje acabado? Lo ignoro: no hay respuestas que vengan de dentro. 
La estatua erosionada de un ángel es un hito en el camino de promesas rotas, vidas truncadas, esperanzas desvanecidas. Pero yo no me paro ahí: mi camino sigue.
Me apresuro, aunque no hay prisa. Aun así, siento que el cementerio no es mi lugar: aun no. Estoy de paso aquí... de momento.
La pared blanca llena de nichos me sobresalta: sé que está ahí, pero aun así su mole se abalanza contra mi. Placas desgastadas y nombres olvidados conviven con otros recientes: las flores marchitas y otras ofrendas indican quiénes aun son recordados. ¿Yo lo soy? ¿O soy olvidado en vida?
Vida y muerte: recuerdo y olvido. Lucha y descanso. ¿Qué más me dan? Sólo he venido asaltado por la duda.
Sigo caminando.

2 comentarios:

  1. Es que no basta con estar vivo. Hay que sentirse vivo.

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  2. La diferencia abismal entre estarlo y sentirlo: la realidad objetiva frente a la subjetiva.

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