Leía en ExiledBuzzers un artículo de
José Alberto de Francisco Rodríguez titulado “¿Por qué la tele es cómo es?” y pensé en responder con mis desvarios habituales: mi respuesta estaba
siendo más larga de lo habitual y, además, no está al nivel de los habituales, así que he preferido plasmarla en una
entrada de bitácora.
Es un artículo realmente interesante
y, honestamente, ha sido una lectura muy valiosa: me ha ayudado a
comprender muchas cosas sobre un medio, la televisión, que durante
muchos años consumió una parte importante de mi tiempo.
Me ha chirriado un poco el ejemplo de
Jesús enseñando con parábolas (ficción), ya que el personaje en
sí mismo podría ser ficción, pero creo que eso entra ya en el
campo de las creencias, dando lugar a un debate que generalmente es
poco productivo, salvo en muertos y excomuniones.
Lo que realmente me ha sorprendido, por
breve que haya sido la referencia, ha sido leer acerca de la lentitud
del cine antiguo al ser concebido para cerebros distintos de los
nuestros y no sólo a diferencias culturales: ha sido francamente
sugerente. Concatenándolo con el concepto de la búsqueda de la
satisfacción inmediata en la televisión, me ha hecho pensar en los
medios de masas previos: por supuesto no soy un experto en la
materia, así que mi opinión y mi análisis se desmontarán con facilidad.
La afirmación de que la televisión comercial ha cambiado la forma de asimilar lo
ofrecido, haciendo que se busque la gratificación inmediata, me ha hecho pensar en que no se trata de un fenómeno aislado, sino que forma parte de una tendencia. La tendencia a la inmediatez aparece también en la literatura cuando su forma, ya existente, de revistas empieza a
convertirse en un negocio de masas, fenómeno que ocurre en el siglo
XIX en varios países industrializados.
Quiero poner como ejemplos conocidos
las historias de Arthur Conan Doyle sobre el detective Sherlock Holmes,
relatos cortos casi todos, que dan al lector una satisfacción
relativamente rápida, aunque no inmediata: son relatos que se leen en un par de horas como mucho. Incluso sus novelas son
novelas cortas, que no ocupan más que una tarde de lectura.
Este conjunto de historias y novelas
cortas se publicaron entre 1887 y 1927: las cuatro novelas no son un
gran ejemplo de satisfacción rápida ya que dos fueron serializadas
en revistas, distanciando la inmediatez del conjunto. Aun así “El signo de los cuatro” y “El sabueso de los Baskerville” basan su éxito en elementos que podemos seguir
reconociendo en producciones televisivas y cinematográficas
actuales, como la acción, la violencia, la atmósfera, la intriga y las
revelaciones inesperadas, elementos condensados en unas pocas
páginas.
Pero como ya he comentado, la mayor
parte de los relatos sobre Sherlock Holmes son cortos, legibles en un
tiempo breve: son productos literarios de consumo rápido, un
producto literario comercial, publicitado, concebido y explotado para ponerlo al alcance de las
masas.
La forma de pensar ya estaba cambiando
entonces: en países industrializados se generaliza la alfabetización,
con niveles muy dispares según la posición económica y social: esta situación da a extensas capas de la población una oportunidad, e incluso la necesidad, de
consumir literatura pero... sin abrumarse con lecturas farragosas,
largas o demasiado intelectuales en la mayor parte de los casos. Se busca el entretenimiento,
lecturas digeribles en periodos de tiempo breves, y la industria
editorial lo oferta, lo fomenta (curiosamente el libro electrónico
parece que está favoreciendo otra vez esa tendencia). Un parte de la literatura escapa de las élites para buscar al populacho y para ello cambia, se va banalizando progresivamente, perdiendo profundidad para satisfacer de forma rápida.
La alfabetización básica no creaba
hombres cultos, sino trabajadores útiles, por lo que la literatura
que se consumía se va diferenciando marcadamente: la intelectual y
cultural de ciertos grupos más instruidos frente a la comercial que alcanzaba a
todos. La explotación comercial, el negocio editorial, buscan el consumo masivo de un público que exige satisfacción a corto plazo.
No dudo que la televisión ha cambiado
la forma de pensar de las generaciones que han conocido este medio de
masas, pero antes otros medios accesibles ya lo estaban haciendo: la
literatura comercial y después la radio han sido precedentes
notables. La televisión sólo ha tomado el relevo: la idea de la
búsqueda de la satisfacción inmediata nació mucho antes y quizás,
simplemente, vivimos en un momento en que existen medios tecnológicos
más avanzados que aproximan esa empresa al éxito.
La televisión comercial actual es la heredera de la literatura barata del siglo XIX: una oferta pensada para satisfacer las exigencias menos críticas y más banales.
La televisión comercial actual es la heredera de la literatura barata del siglo XIX: una oferta pensada para satisfacer las exigencias menos críticas y más banales.
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