martes, noviembre 15, 2011

Las campanas

Las campanas de la Parroquia de El Salvador han sonado. Las nueve ya, anunciadas por esas campanas anacrónicas, anunciadas como siempre se hizo, evocando cuando Leganés era un pueblo y no una pesadilla urbana.
Se me hace extraño vivir en la zona centro, tan vieja, con los pocos restos del pasado pre-urbano de la ciudad: el contraste de las casas bajas, la poca altura de los edificios modernos, la sensación de deterioro y... a la vez, la sensación de renovación, de bullicio, la explosión de vida en las calles, en los comercios.
Lo decadente durante el día se convierte en tétrico en la noche, dotando a las calles de cierta cualidad que provoca intuitivamente el desasosiego del espectador.
El pueblo que se transformó en ciudad se resiste a morir y, por la noche, su espíritu se pasea mostrando resquicios de un esplendor hortelano expirado, pero extrañamente vigente en las fachadas de las viejas casas que aun quedan en pie... cuando no son el único resto: un esplendor fantasmal que no se corresponde con la realidad diurna.
Suenan las campanas y me recuerdan que el mundo se mueve, que nada es eterno, que nada permanece y, que a veces, las sombras de lo que fue nos visitan fugazmente para que recordemos, por unos instantes, sólo unos instantes, el paso del tiempo.

2 comentarios:

  1. Qué bonito, me ha emocionado. Qué nostalgia. Me pasa lo mismo cuando recuerdo a mi ciudad de antaño.

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  2. Gracias. Me alegra saber que lo que escribo le gusta a alguien.
    A veces encontramos ese momento en que un destello de lo que fue nos llega: suele ser un instante breve, un momento efímero, pero a veces lo encontramos.

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