jueves, mayo 27, 2010

Renuncia

En ocasiones, renunciar a lo que más queremos, a lo que más deseamos, es el único camino que nos lleva a la paz que esa calma triste y lúgubre que se instala en nosotros nos otorga: la paz de la derrota.
Cuando el camino es una tortuosa sucesión de enfrentamientos, de errores, de gestos desafortunados, de encontronazos, ¿por qué no renunciar a tanto dolor? ¿Por qué no simplemente aceptar que nada hay para uno?
Porque a veces no hay más paz que esa, la de la renuncia, la del abandono. No puedo luchar más, no quiero luchar más, no quiero sufrir más.
Me rindo. No puedo más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario