martes, enero 29, 2008

Esbozo

Buscándome entre tus formas, perdido ya del deseo, contemplándote, admirándote: sólo podía obrar así. Ya había olvidado dónde estaba, qué me rodeaba, qué hacía allí, aunque todo estaba claro a la vez. El momento era tuyo: no había más. Habías eclipsado el mundo a tu alrededor con esa luminosa presencia que te delataba, te hacía inconfundible. Ahí estabas tú y el mundo desaparecía. Sin lugar, sólo me quedaba tu momento, atrapado en esta burbuja llamada tiempo.

Pensé seriamente por qué en ese momento no era capaz de buscar tu tacto, la pureza pálida de tu piel, por qué no podía tocarte, por qué ni un músculo de mi cuerpo reaccionaba queriendo tan sólo el suave roce. Quise dar un paso hacía ti, y no pude. Y lo supe.

Como una revelación, susurrada en ecos fantasmagóricos para mi mente, la verdad me llegó, me alcanzó aumentando el deseo y distanciándome de la satisfacción de aplacarlo. El conocimiento que no calma la sed de mi alma, que quiere beber de ti.

Sin mácula el blanco fulgor de tu piel me hipnotiza. ¿Ha pasado un segundo? ¿Ha pasado una hora? ¿He envejecido mirándote? ¿O el tiempo se detuvo, cautivo también? No lo sé, no me importa, ya no hay mundo, ya no hay vida. Sin lugar todo es superficie muerta y tu momento es todo vida.

Apocalíptica, la única palabra que te describe. Si, eres la forma del Fin del Mundo: lo hiciste desaparecer, ya no existe para mi. Ahora sólo estás tú, tu piel apagada tragando mi mirada mientras los detalles, luchando por el contraste, surgen como revelaciones, objetos de culto: tal vez guardianes de nuevos misterios. Como la breve mata de castaño atenuado vigilando donde confluyen tus muslos, o la palidez rosada que culmina la suavidad de cada seno. Y en el ecuador de tu cuerpo el botón mágico que te separaría en dos mitades igualmente hermosas, ese pequeño ombligo reivindicando su presencia desde su lugar estratégico, tal vez queriendo que lo corone un beso.

Y al final mi mirada está de paso por tus formas de mujer, por eso detalles femeninos que captaron fugazmente la lujuria y que al final no pueden competir con la dulzura de tu cara.


Dedicado a María

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