viernes, diciembre 07, 2007

La niebla

La niebla me gusta, me encanta: adoro cuando me cubre con su manto blanco, cuando me arropa de esa forma envolvente de la que no quiero escapar. Me gusta ese abrazo refrescante a mi alrededor, familiar pero esquivo.
Los días de niebla despiertan en mi un entusiasmo sumamente turbador: salgo a la calle deseando fundirme con ella, con el manto blanco que tanto evoca en mi. Salgo, deseando desaparecer entre la niebla con una sonrisa en la cara, exaltado, eufórico, víctima de la borrachera brumosa.
Me encanta la bruma mañanera: ver como se va acumulando en las zonas bajas, formando un mar blanco sobre la tierra, sobre los campos. También me conmueve ver como hace desaparecer la ciudad, ver como borra el paisaje urbano. Ver como la voracidad blanca engulle el mundo entero, en un arrebato de apetito feroz.
Pero lo que realmente más me gusta, una vez sumergido en el mar blanco de la bruma, es caminar en ese océano de aguas blancas que me envuelven. Me embarga una extraña alegría, manifestada en un entusiasmo extraordinario en mi, plasmándose en una sonrisa como forma visible y evidente. La gente se extraña cuando me ve aparecer, sonriendo, con el abrigo desabrochado, dejando que la humedad de la niebla me vaya empapando poco a poco, sintiéndome parte integrante de la realidad difuminada.
¡Pero es que no puedo dejar de sonreír! Porque la niebla hace un poco más mágico e irreal lo cotidiano. Me encanta no poder ver todo lo que me rodea, ir descubriéndolo a cada paso que doy. Adoro ver como poco a poco, de entre la bruma, surgen las cosas, apenas definidas al principio, siendo un vago esbozo e incluso tan sólo una forma intuida. Observar como las cosas, cotidianas, sin gracia, mil veces vistas, van cobrando forma, materializándose: me gusta ver como se crea el paisaje que veo. Me gusta ver como surge de esa forma maravillosa, simple pero mágica. Me enloquece como la bruma convierte en irreal y fantástico lo frío y gris que me rodea.
Me gusta ser testigo mudo de como el mundo se descubre ante mi.

Y lo que más me ha gustado ha sido ver como ella ha salido de entre la niebla, reconociéndome, esperándome con una sonrisa. La niebla trae hermosos regalos en ocasiones. Regalos luminosos.

6 comentarios:

  1. Y yo que pensaba que ibas a hablar del perro de Heidi xD

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  2. ¡Ni me acordaba de su nombre! Por lo demás, no me gustan los perros. :S

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  3. Mmm, a mi la niebla me gustaba mucho de crío, ahora no tanto pero no me disgusta, sin embargo echo mucho de menos la lluvia. Me encanta mojarme bajo la lluvia y llegar empapado a casa, darme un baño caliente y relajarme... hace demasiado que no puedo hacer eso.

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  4. Si ... que cosas tan sencillas nos hacen sentirnos bien. Pequeños y simples placeres que de adultos nos parecen vetados... :-(
    Pero bueno, ¡ya habrá tiempo de resarcirse!

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  5. Lloverá, lloverá: no te preocupes. Pero teniendo en cuenta las periódicas inundaciones de tu urbanización ... no sé yo si desearía las lluvias con alegría. :S

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