"Cuando nieva, los días parecen, como mínimo, un 18% más soviéticos."
Sergio Aguilar, agudo observador.
Desde la ventana observo la nieve caer:
son sólo unos copos, que parecen no prosperar sobre el asfalto de la
calle. Enseguida abandono la comodidad y el calor de mi hogar para dirigirme al
trabajo.
En la calle comienza a nevar más
fuerte y la abundancia de los copos, sumada a la velocidad del
viento, me impiden ver con claridad.
Voces en alguna lengua extranjera se
escuchan a mi espalda: es algún idioma eslavo que no determino.
¿Polaco? ¿Ruso?
Miro hacia atrás y, en la escena gris
que descubro, observo a dos sujetos enormes de rostro redondo. Les
cedo el paso.
- Spasiba, tovarich – grazna uno de
ellos.
Sigo caminando hacia la estación de
Metro, padeciendo el frío y el viento, con los copos helados
golpeando mi rostro.
En los vagones más voces eslavas, más
rostros redondos, abrigos de piel... Trasbordo, el ferrocarril de
Cercanías, un andén al aire libre, más nieve, más frío: no hay
refugio.
Unos minutos de calma en el calor de
otro vagón y, pronto, otro trasbordo, otro andén al aire libre
pero, aun más estrecho, más expuesto.
A mi alrededor la gente espera,
buscando evitar el impacto del viento y la nieve tras las escasas
columnas del techo de chapa.
La escena se vuelve gris: los gorros de
piel son ahora mayoría y abrigos de vetusto diseño cubren los
cuerpos de los viajeros.
El rótulo del andén indica que los
trenes viajan en dirección al norte, a Camarada Sebastián de los
Soviets. El tren no tarda en aparecer: la gente busca las puertas,
que se abren y dejan bajar a anteriores ocupantes.
- Davai, davai, tovarich – clama
algún impaciente
Subo, encuentro asiento. Asisto al
espectáculo de siempre: mamushkas con sus niños impacientes por jugar con la nieve, grupos de babuskhas con
pañuelos cubriendo sus cabezas y, como no, algún vejete indignado
por el retraso del convoy:
- Esto no pasaba con el Padrecito
Stalin.
Me intento relajar leyendo mi ejemplar
de Pravda cuando... ¡un ruido desgarrador me despierta!
La escena gris ha desaparecido, estoy
en mi cama mientras suena el despertador. Lo apago, me levanto y miro
por la ventana. Nieva.
Jaja, lindo sueño, me gusta.
ResponderEliminarSi es soviético no es un sueño: es una pesadilla.
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