domingo, marzo 03, 2013

Días soviéticos



"Cuando nieva, los días parecen, como mínimo, un 18% más soviéticos."
Sergio Aguilar, agudo observador.


Desde la ventana observo la nieve caer: son sólo unos copos, que parecen no prosperar sobre el asfalto de la calle. Enseguida abandono la comodidad y el calor de mi hogar para dirigirme al trabajo.
En la calle comienza a nevar más fuerte y la abundancia de los copos, sumada a la velocidad del viento, me impiden ver con claridad.
Voces en alguna lengua extranjera se escuchan a mi espalda: es algún idioma eslavo que no determino. ¿Polaco? ¿Ruso?
Miro hacia atrás y, en la escena gris que descubro, observo a dos sujetos enormes de rostro redondo. Les cedo el paso. 

- Spasiba, tovarich – grazna uno de ellos.

Sigo caminando hacia la estación de Metro, padeciendo el frío y el viento, con los copos helados golpeando mi rostro.

En los vagones más voces eslavas, más rostros redondos, abrigos de piel... Trasbordo, el ferrocarril de Cercanías, un andén al aire libre, más nieve, más frío: no hay refugio.
Unos minutos de calma en el calor de otro vagón y, pronto, otro trasbordo, otro andén al aire libre pero, aun más estrecho, más expuesto.
A mi alrededor la gente espera, buscando evitar el impacto del viento y la nieve tras las escasas columnas del techo de chapa.
La escena se vuelve gris: los gorros de piel son ahora mayoría y abrigos de vetusto diseño cubren los cuerpos de los viajeros.
El rótulo del andén indica que los trenes viajan en dirección al norte, a Camarada Sebastián de los Soviets. El tren no tarda en aparecer: la gente busca las puertas, que se abren y dejan bajar a anteriores ocupantes.

- Davai, davai, tovarich – clama algún impaciente

Subo, encuentro asiento. Asisto al espectáculo de siempre: mamushkas con sus niños impacientes por jugar con la nieve, grupos de babuskhas con pañuelos cubriendo sus cabezas y, como no, algún vejete indignado por el retraso del convoy:

- Esto no pasaba con el Padrecito Stalin.

Me intento relajar leyendo mi ejemplar de Pravda cuando... ¡un ruido desgarrador me despierta!

La escena gris ha desaparecido, estoy en mi cama mientras suena el despertador. Lo apago, me levanto y miro por la ventana. Nieva.





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