No hay luz, pero no hay descanso:
la sombra me oculta ese momento,
en que cada pensamiento muere,
cada idea huye y se desvanece.
No hay luz, pero sigo caminando:
son pasos ciegos y muy torpes,
en los que siento la tristeza,
esa miseria que me abruma.
No hay luz, pero sigo en pie:
tal vez por la larga costumbre,
adquirida tras años de práctica,
el hábito de seguir adelante.
No hay luz, pero vislumbro algo:
la penumbra a lo lejos me aguarda,
esperando ahí mis pasos lentos,
mi andar apesadumbrado...
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