viernes, junio 01, 2007

Un momento

Abro la puerta del piso. Salgo de él y cierro la puerta para, al instante, pulsar el botón del ascensor, esperando que aparezca.

El brusco sonido de este al detenerse me sobresalta: aun es temprano, no estoy listo, no estoy en alerta. Abro la puerta y entro a la cabina de esta maquina extraña que me llevará hasta la planta baja del edificio, entre el sonido del motor y la luminiscencia antinatural de unas luces fluorescentes que, protegidas por unas rejillas, otorgan una claridad mortecina a este espacio cerrado.

Un leve golpe al pararse la maquinaria y unas puertas plegables que se abren, permitiéndome empujar la puerta metálica que me separa del rellano de la planta baja. Mis pasos, una mano torpe, un picaporte y otra puerta metálica abierta.

El olor de la calle. El aire fresco de la mañana. Camino por un pasillo desde el que veo un jardín verde pero carente ya del esplendor de otras épocas. Un pulsador eléctrico y una puerta metálica que se abre. La calle por fin.

Y el vacío. No hay nadie en la calle. Ni siquiera hay ruidos. Odio madrugar.

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