Mientras versos condenados brotan de mi mente.
Tus labios, paraíso extraño, me permanecen vedados:
Castigo insufrible para el deseo insatisfecho.
Un largo y trémulo aullido de mi alma,
Negra sombra de desolación acusada,
Surge infinito desde lo hondo:
Es amargo no tenerte y aun más temerte.
Temores inquietos me asedian:
No quiero ni puedo perderte pero,
Malditos los hados del destino,
¿cuándo hube a bien tenerte?
La tenaza eterna que me aprisiona, me retiene.
No sé si hago bien en querer olvidarte pero,
Quiera o no, no te marchas de mi.
Y no estarás más, y yo no estaré sin ti.
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