martes, marzo 06, 2018

Y bailaré

Y bailaré contigo hasta el amanecer esa canción,
moveré mi cuerpo ansioso hasta que la luz nos salude,
fundiré mi alma con la tuya esperando un sol nuestro,
dejaré mi ser esperando ese brillo que nos despierte.

Soñaré despierto y dormido ese amanecer mutuo,
beberé de tus labios el fuego en ti encendido,
quemaré mis ojos mirando ese brillo en los tuyos,
ahogaré mi aliento en un beso deseado por siempre.

Hablaré sin voz esa palabra que es eterno amanecer,
pronunciaré sin habla ya unos versos harto ansiados,
diré sin tregua el conjuro ineludible de tu nombre,
gritaré toda mi ansia por esas caricias debidas.

Soñaré, sí, despierto y dormido, muerto y vivo,
soñaré, sí, triste y contento, nervioso y calmado:
soñaré, sí, siempre contigo.


Para Berenice

jueves, diciembre 15, 2016

Y nunca debí migrar a Windows 10 (y II)

Reinicios. Sí, reinicios. Windows 10 Home instala actualizaciones y, claro, ¿para qué esperar a que el usuario reinicie la máquina? Si no estás pendiente, te la reinicia: si estás pendiente, te pregunta si quieres reiniciar más tarde... que según mi experiencia, es menos de 2 horas. 
El sábado pasado estuve lejos de mi PC unas horas, aunque lo dejé encendido porque me bajaba vía torrent imágenes de DVD de distros, para cacharrear usando VirtualBox: además dejé conectado un cliente de IRC con una sesión en ausente. Me conecté al IRC desde mi teléfono y vi mi usuario del PC conectado... hasta que dejó de estarlo. 
¿Por qué? Porque el ordenador con Windows 10 se reinició por actualizaciones, sin preguntar, sin esperar a que el usuario permita el reinicio: las políticas de actualización de Windows 10 Home no dejan ningún espacio de maniobra al usuario doméstico. 
Cuando volví a iniciar sesión en Windows 10 y reconecté el cliente de BitTorrent, tardé más de una hora en volver a la descarga de las distros: al ser imágenes de gigas, la verificación duró lo suyo. Perdí tiempo y dinero: el ordenador estuvo encendido horas sin estar haciendo nada gracias al reinicio forzado por Windows Update, consumiendo electricidad sin sentido alguno, enriqueciendo un poquito más a quienes todos sabemos.
Hoy... otro reinicio forzado. Anoche comencé a recodificar un vídeo en x265 (HEVC) usando Handbrake: llevaba ya más de 20 horas en ello y apenas le quedaban 3 para acabar. Aproveché para irme al supermercado pero, antes de salir, Windows me dijo que iba a actualizar: le dije que más tarde.
He tardado menos de una hora en regresar del supermercado: me he encontrado el PC reiniciándose instalando las actualizaciones. Más de 20 horas de proceso de vídeo perdidas gracias a Windows Update. La iso de DVD de Debian que me bajaba vía torrent ha tardado un rato largo en verificarse y volver a descargar.
En menos de una semana dos reinicios forzados de Windows 10: ¿quién puede hacer algo serio con Windows 10 Home? Lo empleo a nivel doméstico, no a nivel profesional y me está resultando inusable. ¡No puedo tener la certeza de que mi ordenador no se va  reiniciar hasta que yo le diga!
Me arrepiento de verdad de haber migrado a Windows 10 desde 8.1 y no haber pasado a Linux: en Linux al menos tú decides cuando actualizas y cuando reinicias para instalar las actualizaciones que necesiten reinicio.

viernes, septiembre 09, 2016

Y nunca debí migrar a Windows 10

Desde septiembre de 2014 tengo un laptop Packard Bell, un equipo básico con Intel Celeron y 4GB de RAM, que para mi desempeño doméstico habitual debería ser suficiente... pese a traer Windows 8.1 de serie.
Y era suficiente, al menos durante casi un año fue más que apto para todo lo que hacía: pero a finales de julio de 2015 apareció la famosa actualización a Windows 10 y, pocas semanas después, el rendimiento del equipo con Windows 8.1 comenzó a caer en picado. 
Pasé de tener un equipo con Windows 8.1 a uno con Windows No Responde, que era el título de todas las ventanas. Eso hizo que empezase a pensar en la viabilidad de actualizar a Windows 10, pero empecé a dar largas pensando que alguna actualización solucionaría el problema: quise pensar bien pese a que, en mi fuero interno, sospechaba que Microsoft estaba penalizando el rendimiento de aquellos equipos que no se actualizasen a Windows 10.
Mi laptop, entonces con Windows 8.1, iba lento pero... funcionaba, experiencia ésta que cambió drásticamente al actualizar a finales de julio de este año a Windows 10.
Actualicé a Windows 10 y, sí, el equipo parece que funciona más fluidamente... cuando funciona. Voy casi a reinicio diario del PC y, además, me quedo sin conexión a mi wifi doméstico con frecuencia.
Con Windows 8.1, si perdía la conexión wifi, se reconectaba solo... con Windows 10 no hay forma a menos que reinicie el PC. Sí, tengo que reiniciar para volver a conectar a mi wifi, algo que no es necesario con mi netbook Linux y mi teléfono Android.
Cambié la configuración de mi enrutador para facilitar las cosas y durante unos días fue bien, sin problemas, pero volvió a suceder: borré el perfil wifi en Windows y fue bien durante unas semanas.
Ayer comenzaron de nuevo los problemas con el wifi. Hoy otra vez. Y pienso en otra migración, la que quizás debí hacer desde que tuve el laptop en mis manos: instalar Linux y olvidarme del surrealismo de Windows.

viernes, mayo 27, 2016

Aliento

Besos que no se pierden en la distancia,
caricias que llegan desde otro mundo,
el latido de un corazón alejado pero presente,
los momentos compartidos pese a todo.

Una sonrisa que con rapidez me cautiva,
dos ojos que desde siempre me deslumbran,
los gestos sencillos que en ternura desbordan,
el alma sincera y noble que me enamora.

Y me da igual perderme entero mirándote,
no me importa quedarme entonces sin aliento,
porque sé que sin aliento puedo seguir
pero mi corazón sabe que sin ti nunca podría.

Cuento impaciente los segundos sin ti
mientras el tiempo desaparece contigo
.


Para Berenice

domingo, enero 31, 2016

Vi una noche

Vi una noche tu rostro triste, tus ojos llorosos. Vi una noche la pena de tu alma escrita en tu rostro. Y lloré contigo, pero mis lagrimas no se veían. Sentí tu pena aunque no pude mostrarla.

Vi la noche triste porque tú lo estabas, la sentí así: mi mundo en pena porque tú así estabas, lo viví así. Y mi alma se fue apagando al compás de tus lagrima hermosas, mi corazón deteniéndose dejando sin vida mi cuerpo.

Vi la noche como aposento de tu dolor perpetuo, inagotable: la oscuridad dejó de ser hermosa para ser sólo fría, eterna. Tus ojos ya no brillaban, apagado su fuego en lagrimas; tu rostro no resplandecía por el dolor amargo, ahora vigente.

Y sufrí contigo, y me quedé contigo, y lloré contigo.


Para Berenice, hermosa incluso triste








miércoles, enero 27, 2016

De cómo nació la Musa

Dicen que el poeta aun no había nacido y ya había soñado a su Musa. Cuentan que cuando el poeta nació, lloró, lloró porque no sintió la presencia de su Musa soñada. De su llanto brotó una plegaria; de sus lagrimas, una ofrenda; de su dolor, un deseo rogado a los dioses.
Y los dioses escucharon, y los dioses pensaron: "he ahí al poeta, al poeta sin Musa, he ahí su llanto, he ahí su dolor".
Y los dioses escucharon, y los dioses entendieron, y los dioses concedieron: "he ahí a la Musa, a la Musa del Poeta".
Y los dioses dieron a la Musa unos ojos negros cuyo brillo guiaba al poeta, y le dieron un rostro dulce que conmovería al poeta, y le dieron un alma pura para causar el mayor regocijo.
Pero no fueron parcos en dones: dieron a la Musa también la calidez de un sol, dieron a la Musa la intensidad de una tormenta, dieron a la Musa la suavidad de la seda.
Y así nació mi Musa.


Para Berenice en su cumpleaños.

miércoles, enero 20, 2016

Berenice

Berenice es tormenta, Berenice es calma, Berenice es fuego, Berenice es agua, Berenice es bálsamo, Berenice es picante.
¿Qué es ella? Es mía y soy suyo, soy suyo porque ya no soy mío, y no puedo ser de mí mismo cuando estoy con ella: cuando no estoy, tampoco. Y me da un poco igual, o quizás demasiado,  pero me siento feliz así: no puedo pedir más, no imagino pedir más, no concibo más... cuando ella es el todo.
Berenice es una sonrisa, una mirada dulce, la palabra adecuada, el gesto indicado...
Berenice es tantas cosas... tantas...
Sólo cierro los ojos y pienso "Berenice" y mi boca sonríe, mi corazón se agita, mi pulso tiembla...
Me sonrío, me sonrío al pensarla, me estremezco, me estremezco al verla...
Si cierro los ojos, su rostro dulce me mira, su mechón rebelde me saluda, su sonrisa me busca y me encuentra. Si abro los ojos, sigue allí, quedándome con esa sensación mágica de soñar despierto, de estar en un cuento...
Berenice es mi pequeña locura y también la grande, Berenice el ingrediente mágico en el caldero en que bulle mi mente... Berenice.
Y Berenice es paciencia, y también contundencia, y también... también... es esa cálida dulzura que cala dentro de ti, que notas en el pecho, que va invadiendo tu cuerpo y tu mente hasta que sólo queda ella.
Y así es Berenice, y es poco y es mucho, y es más y es todo, porque así es ella.


sábado, julio 18, 2015

Otra tarde de sábado

Otra tarde de sábado y la enésima pelea de moros en la calle. Si tienen ganas de matarse entre ellos se podrían ir a los sitios habilitados para ello, como los muchos que parecen estar de moda a lo largo del Norte de África y Oriente Próximo, que para algo están ahí, leñe: ¡será por falta de sitios!
Es sábado por la tarde: las dos únicas opciones posibles deberían ser siesta larga para salir por la noche o estar tomando unas cervezas. Todo lo demás me parece una maldad destinada a atacar las firmes creencias y  valores de los españoles.
Es más, con el ruido que están generando y el espacio que están invadiendo en la vía publica están dificultando tanto la noble siesta como el tránsito hacia bares y cervecerías: es decir, están atacando directamente nuestro modo de vida.
Así nos va.

jueves, abril 23, 2015

Música en el tren

Durante mucho tiempo he aprovechado mis frecuentes viajes en ferrocarril para leer y escuchar música: lo hice durante tanto que terminé asociando ambas aficiones. Pero el hábito de escuchar música durante mis trayectos en ferrocarril se ha visto interrumpido en los últimos meses.
Y es que ya no puedo escuchar música en mis viajes en ferrocarril. Escuchar música es quedarme sin poder atender los mensajes de la megafonía de las estaciones o del mismo tren; escuchar música es quedarme sin saber el motivo de la inevitable avería, del eterno retraso, del desafortunado fin de recorrido antes de la estación prevista; escuchar música es quedarme sin saber qué mala nueva alterará mi viaje.
La sucesión de "averías e incidencias" casi metódicas del ferrocarril me privan de escuchar música, de hacer un poco más relajado mi viaje. Ni siquiera puedo leer tranquilo, ya que también he de estar pendiente de la cartelería y su siguiente aviso fatídico que, un día más, me confirmará que llegaré tarde a mi destino.
Viajar en ferrocarril se convierte en una experiencia lamentable de la que no puedo escapar y de la que, al final, sólo me queda esperar que el retraso sea mínimo o que si me hacen bajar del tren haya otro que aun llegue a mi destino.
Aun hay días en que no hay incidencias ni averías, días en los que recuerdo cuando el servicio de ferrocarril funcionaba de forma aceptable, días en los que me doy cuenta de la cantidad de tiempo de mi vida que estoy perdiendo usando este medio.
Hace tiempo, tras finalizar mi viaje en ferrocarril, empleaba un autobús para llegar a mi destino: se trata de una línea de autobús con una espantosa frecuencia de paso. Ya no me molesto en usarla: casi siempre llego tarde por unos minutos gracias a la sorpresa que me haya ofrecido el ferrocarril ese día. He suprimido trayectos en otros medios para no aumentar aun más la incertidumbre del tiempo en mis desplazamientos.
Para trayectos que antes me llevaban hora y media, ahora salgo siempre con dos horas y aun así llego tarde con frecuencia. Y sin poder escuchar música, sin poder aislarme del ruido infernal de la gente en los vagones, que por horas sufren de un hacinamiento inhumano. 
Cada día el transporte público me parece peor opción: se le quitan a uno las ganas de usarlo cuando parece que se ha convertido garantía de llegar tarde.


lunes, julio 28, 2014

Mala hierba (y II)

Cada palabra una mentira,
cada caricia puro engaño,
cada beso toda una traición,
cada momento plena felonía.

Instantes en los que te creí,
malditos sembrándome yermo,
pues cayó por ellos mi alma,
escenario trágico por ti.

Amarte fue respirar para mí,
quererte fue vivir por ti,
traicionarme mi recompensa,
engañarme mi soldada diaria.

Aun presa de las evidencias,
la verdad no brotó de ti,
huida hacia delante cobarde,
incapacidad tuya dar la cara.

Tu corazón es profundo pozo,
cementerio de amantes incautos,
tumba de enamorados inocentes,
mausoleo de tu alma podrida.

Para Carmen S.

domingo, julio 27, 2014

Mala hierba

Confundí una mala hierba con una flor,
disfrazada estaba con su letal ponzoña,
olvidé la quemazón de su caricia,
no quise ver lo que en verdad ella era.

Permití mi confusión con vivo entusiasmo,
engañé mi mente con sentimientos irreales,
visité el camino de mis propias mentiras,
queriendo olvidar aquello que ya intuía.

La quise pese a sus contundentes espinas,
aumentó mi cariño pese al dolor constante,
amé la que creía era un alma hermosa,
cegué mi cordura con cada palabra suya.

Me quemé con el tacto de sus labios cálidos,
me sacié con la suavidad de su piel pura,
creí sus palabras siempre refulgentes,
devoré sus mentiras con ánimo creciente.

Pero nada es eterno ni en la dulce ceguera,
las montañas se desgastan con el tiempo,
cordilleras de engaños nunca resisten,
la mentira no es eterna ni para el enamorado.

Para Carmen S.

miércoles, julio 23, 2014

La urbe de los mosquitos

Creo que toda las formas de vida leganenses se enfrentan a la extinción por desangramiento a manos de los mosquitos.
Refugiado en mi salón, con medidas preventivas dispuestas en los enchufes y aerosol asesino en mano, aquí sentado espero, aguardo: hay tanta variedad de mosquitos en este municipio que habría que combinar varios tipos de repelentes para espantarlos a todos.
Los minutos pasan y espero el momento en que las medidas preventivas fallen, en que las aladas criaturas penetren en mi hogar, en que sus quitinosos cuerpos revoloteen cerca: ¿fallarán esta noche y dormiré tranquilo? ¿O acaso volverán triunfantes a rebasar toda defensa?

lunes, julio 21, 2014

Anochecer leganense

Me encanta el anochecer leganense. La calle vuelve a bullir de vida: la gente pasea, sus voces se escuchan, las terrazas se llenan de gilipollas bulliciosos que gustan de tomarse una cerveza respirando el humo de los coches, los bancos se llenan de marujas cotorreando, los parques se llenan de niñatos fumando porros y gritando idioteces...
Sin duda el anochecer leganense incita a una sociabilidad amena, pero incívica en general y de desacostumbrada  notoriedad individual: todo el mundo intenta gritar más fuerte que los demás. Pero sólo el zumbido del mosquito es omnipresente.

miércoles, julio 09, 2014

En serio, ésta no es la bitácora de Drácula

Señores mexicanos: 

El motivo de la presente es comunicarles de forma oficial que ésta no es la bitácora de Drácula. Están ustedes visitando la bitácora de Sergio Aguilar Molina que, a día de hoy, no es Drácula ni lo ha sido.

Muchas gracias por su atención y pido disculpas por las molestias ocasionadas. 


Todas las semanas entran decenas de visitas desde México buscando la "bitácora de Drácula" aunque, claro, las búsquedas nunca llevan tildes. Me apena que la mayor parte de mis visitas deriven de un concepto erróneo que, por sistema, se repite. Es triste porque, con la cantidad de cosas que he escrito, alguna ha de ser medianamente interesante como para merecer un número significativo de búsquedas propias.
Pero algo me intriga: ¿qué tipo de obsesión hay en México con la bitácora de Drácula? ¿Será el mismo Drácula creado por Stoker en la novela homónima o será otro tipo de búsqueda? ¿Se ha convertido México en el reino de los góticos? Estoy intrigado: ¿por qué?

lunes, mayo 19, 2014

Los pitidos

Estoy sentado ante mi escritorio, leyendo las noticias en mi computadora, intentando informarme de cuánto acontece en el mundo. La calma que durante horas se ha mantenido se interrumpe de golpe: escucho un cúmulo de pitidos y crecientes gritos de malhumor provenientes de la calle.
No son puntuales, sino que se prolongan a lo largo de los minutos, despertando mi curiosidad: miro por la ventana para averiguar el motivo. Por supuesto, la realidad me golpea en la cara una vez más.
Desde mi ventana puedo observar al menos media docena de automóviles detenidos en la calle, algunos con los conductores a pie de vehículo gritando mientras que los que permanecen dentro pitan. Los insultos y las maldiciones cruzan el aire poniendo letra a la música contundente de los pitidos. 
Una señora desde una ventana cruza palabras con los enfadados conductores: 

- ¡Dejad de pitar! ¡Es una ambulancia! ¡Tened un respeto! - la mujer grita, ofendida por la actitud de los conductores, esperando de sus palabras surja algo de orden.

En efecto, unos metros más adelante se encuentra una ambulancia en mitad de la calle, detenida, mientras su dotación trabaja en el transporte de un anciano incapacitado para moverse por si mismo. Pero no importa a los conductores, que insultan y gritan igualmente, carentes de la más mínima vergüenza, sin un resquicio de empatía por el anciano, sin un mínimo de respeto por los técnicos de la ambulancia.
Un par de minutos después la ambulancia se mueve, abandonando la calle; los conductores regresan a sus vehículos rezongando y maldiciendo: esto es Leganés. ¿Qué más decir?